Cuando una persona muere, la determinación de a dónde irá depende de la relación de la persona con Dios mientras estuvo viva.
Si una persona ha aceptado a Jesucristo como su Salvador personal y ha confiado en él para perdonar sus pecados, entonces su espíritu irá al cielo. En 2 Corintios 5:8 dice: "Porque confiamos, y quisiéramos más bien estar ausentes del cuerpo y presentes con el Señor".
Si una persona ha rechazado a Jesucristo y ha decidido vivir en pecado y rebelión contra Dios, entonces su espíritu irá al infierno. En apocalipsis 21-8 dice: " Pero los cobardes, incrédulos, abominables, asesinos, inmorales, hechiceros, idolatras y todos los mentirosos tendrán su herencia en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.
En resumen, según la Biblia, cuando una persona muere, su espíritu va a uno de dos lugares: al cielo o al infierno, dependiendo de su relación con Dios mientras estuvo viva.