Jocabed era una mujer hebrea que vivía en Egipto. Era hija de Leví, uno de los hijos de Jacob. Jocabed creció en una época en la que los hebreos eran esclavos en Egipto y su pueblo era oprimido por el faraón.
A pesar de las dificultades, Jocabed creció siendo una mujer de fe. Ella creía en el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, y enseñó a sus hijos a hacer lo mismo. Jocabed estaba casada con un hombre llamado Amram, quien era también descendiente de Leví y pertenecía a la tribu de los sacerdotes.
Cuando Jocabed se enteró de que estaba embarazada de su tercer hijo, supo que tendría que tomar una decisión difícil. El faraón había ordenado que todos los bebés hebreos varones fueran arrojados al río Nilo, como una forma de controlar la población hebrea. Pero Jocabed no estaba dispuesta a perder a su hijo.
Con valentía y fe en Dios, Jocabed decidió ocultar a su bebé. Lo mantuvo en secreto durante tres meses, pero cuando ya no pudo ocultarlo más, decidió construir una cesta de juncos y colocar al bebé en ella. Con lágrimas en los ojos, Jocabed le encomendó a su hijo a Dios y lo dejó flotando en el río Nilo.
Dios escuchó la oración de Jocabed y protegió a su hijo. La cesta flotó hasta donde estaba la hija del faraón, quien se compadeció del bebé y decidió adoptarlo. Jocabed pudo entonces cuidar de su hijo en secreto, ya que había sido elegido para ser criado en el palacio del faraón.
Más adelante, cuando Moisés creció, Jocabed continuó teniendo un papel importante en su vida. Lo educó en la fe y lo preparó para el papel que Dios tenía para él en la liberación de los hebreos de la esclavitud en Egipto. Jocabed fue una mujer de fe y valentía que confió en Dios en todo momento y enseñó a su hijo a hacer lo mismo.
La historia de Jocabed nos recuerda que Dios escucha nuestras oraciones y tiene un plan perfecto para nuestras vidas, incluso en medio de las circunstancias más difíciles. Su fe y valentía son un ejemplo para nosotros, especialmente para las mujeres que buscan la sabiduría y la guía de Dios en sus vidas.