Esther era una joven judía que vivía en Persia y había sido elegida por el rey Asuero como su reina. Un día, el primer ministro Aman planeó destruir a todos los judíos de Persia y convocó un decreto para que fueran exterminados en un solo día.
Mardoqueo, tío de Esther, se enteró de la conspiración y le pidió a Esther que revelara su identidad como judía al rey para salvar a su pueblo. Pero Esther estaba asustada y no sabía cómo actuar.
Mardoqueo le dijo a Esther que fuera valiente y confiara en el poder de la oración. Le pidió que ayunara y orara durante tres días antes de presentarse ante el rey.
Esther hizo lo que le dijo su tío y, fortalecida por sus oraciones, se presentó ante el rey sin ser convocada. Le reveló su identidad como judía y explicó la conspiración de Aman y su intención de destruir a su pueblo.
El rey se enojó mucho con Aman y ordenó su ejecución. En su lugar, designó a Mardoqueo como nuevo primer ministro y permitió a los judíos defenderse contra sus opresores.
La historia del libro de Esther demuestra el poder de la oración. A través de la fe y la oración, Esther encontró la valentía y la fuerza para salvar a su pueblo y es un recordatorio de la importancia de confiar en Dios en momentos de adversidad.